1 «¡Consolad, consolad a mi pueblo!», dice vuestro Dios.
2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado está perdonado, que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.
3 Voz que clama en el desierto: «¡Preparad un camino a Jehová; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios! 4 ¡Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado! ¡Que lo torcido se enderece y lo áspero se allane! 5 Entonces se manifestará la gloria de Jehová y toda carne juntamente la verá, porque la boca de Jehová ha hablado.»
Este párrafo del libro de Isaías fue escrito en el contexto del exilio de Israel en Babilonia. Refleja la experiencia del pueblo de Israel, que percibe y se da cuenta que su sufrimiento ha venido a causa de su alejamiento de Dios.
El texto que analizamos, sin embargo, refleja un momento en que Israel toma conciencia de que Dios no es un tirano incapaz de ver el sufrimiento de sus hijos, sino que, por el contrario, puede ver el grado de sufrimiento de éstos y desear para ellos el consuelo.
El texto refleja también nuestra propia experiencia, nos recuerda cuando en esos momentos en los que en medio de sufrimiento y dolor, se nos ofrece la oportunidad de detenernos y visualizar otros caminos que no éramos capaces de ver hasta que pasamos por estas experiencias dolorosas.
En esas ocasiones, frecuentemente, aunque no siempre, descubrimos que nos hemos alejado de Dios, y que en estas condiciones nos encontró el sufrimiento. El texto de Isaías nos invita a recordar que estos
momentos de incomodidad posibilitan el encuentro con el Dios que puede percibir que hemos sufrido más de la cuenta.
La invitación para esta semana es a recibir el abrazo tierno de Dios, quien nos ha visto sufrir y quiere que experimentemos el consuelo del encuentro con Él.
Somos un grupo de jóvenes cristianos mayores de 25 años, que nos juntamos todos los lunes a las 19:30 a reflexionar sobre la Biblia y su aplicación en la vida diaria.
viernes, 12 de abril de 2013
martes, 9 de abril de 2013
Sobre la oración
Mateo 6:5-14
Sobre la oración
5 » Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
7 » Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: »“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas,como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 No nos metas en tentación, sino líbranos del mal,
porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por todos los siglos. Amén”.
14 »Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
No era poco común que los discípulos pidieran a sus maestros alguna oración que pudieran repetir en medio de su práctica religiosa. No nos ocuparemos por ahora de la novedad de la oración que conocemos como “El Padre Nuestro”, sino de la advertencia que Jesús entrega a sus discípulos antes de dejarles esta oración.
Dos son los grupos cuyas prácticas deben ser evitadas a toda costa. En primer lugar están los “hipócritas” de los cuales se dice que aman vivir su religiosidad (en este caso orar) buscando ser vistos por las demás personas. Frente a su forma de vivir su religión este grupo recibirá como recompensa lo que estaban buscando, es decir, ser vistos por las personas, y nada más que eso. En cambio a los discípulos se les aconseja ir a un lugar privado donde no puedan ser vistos y ahí orar.
El segundo grupo es el que se denomina “pagano” o “gentil”. De este grupo se dice que cree que por su palabrería será oído. El discípulo de Jesús debe saber que Dios ya está en conocimiento de sus necesidades y que no podrá, aunque lo intente, sorprender a Dios con información que éste no tenga. La manera en que deben orar los discípulos es lo que refleja el “Padre Nuestro”.
Me parece que el error de ambos grupos es su concepto de Dios. Los “hipócritas” han desarrollado una imagen de Dios en la que éste parece mantenerse al margen de las intenciones de quienes actúan en su nombre. Los “hipócritas” parecen pensar que Dios no tomará en cuenta la actitud más profunda con la que viven su religión. Pero Jesús dice que quienes así actúan no pueden esperar una aprobación sino sólo de las personas a quienes los hipócritas han querido impresionar. Ninguna aprobación surge de Dios hacia este grupo.
Por su parte los “paganos” tienen una imagen de Dios según la cual éste parece un ser inerte activado como por arte de magia una vez que el orante ha introducido el código de las palabras mágicas. Y esto era realmente así entre quienes creían que siguiendo un ritual determinado podían mover a sus dioses a actuar en su favor. La sobriedad del “Padre Nuestro” parece ser la respuesta a la práctica de los paganos.
Me parece que es posible encontrar entre los actuales discípulos del Señor a personas que no han podido evitar ser como los “Hipócritas” o como los “Paganos”. Al respecto propongo una conversación que nos permita mirar “nuestras” propias prácticas religiosas en un ambiente de respeto y amor.jueves, 21 de marzo de 2013
Cruce en el camino
Jóvenes adultos
-Resumen
Lunes 18 de
Marzo 2013
Génesis 3: 1 -
5
Reina-Valera
1995 (RVR1995)
La serpiente era más astuta que
todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho, y dijo a la mujer:
—¿Conque Dios os ha dicho: “No comáis de ningún árbol del huerto”?
2 La mujer respondió a la serpiente:
—Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer, 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto
dijo Dios: “No comeréis de él, ni lo tocaréis, para que no muráis.”
4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: —No moriréis.
5 Pero Dios sabe que el día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y el mal.
Filipenses 2: 1
– 11
Reina-Valera 1995 (RVR1995
Por tanto, si hay algún consuelo en
Cristo, si algún estímulo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún
afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo
mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada
hagáis por rivalidad o por vanidad; antes bien, con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo. 4 No busquéis vuestro propio
provecho, sino el de los demás.
5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús:
6 Él, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomó la forma de siervo y se hizo semejante a los hombres.
8 Más aún, hallándose en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
9 Por eso Dios también lo exaltó
sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra;
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Al comparar ambos textos, uno del Antiguo Testamento y el otro
ubicado en el Nuevo Testamento, podemos visualizar que pese a la diferencia de
tiempo en el que fueron escritos, hay un punto donde estos se cruzan.
En el primer pasaje queda de manifiesto la oferta de la serpiente a los hombres para poder ser como Dios, tienta al ser humano a ser su propio dueño, a divinizarse. En el segundo, en tanto, se nos muestra que es Cristo quien se humaniza, que deja su divinidad, renuncia a su condición para venir al encuentro del hombre, y es en este camino donde los textos se cruzan, mientras el hombre trata de elevarse para llegar a la condición de Dios, Jesús viene y se hace hombre para venir en busca de los suyos.
Por lo general los seres humanos luchamos por hacer lo imposible con
tal de agradar a Dios, tratamos de elevarnos a un nivel superior, con tal de
estar más “cerca” de Dios. Y es en esa búsqueda, que muchas veces nos
frustramos dado que al hacerlo en nuestras propias fuerzas nos agotamos a tal
punto que en vez de avanzar, retrocedemos. Vamos tan enfocados en tratar de
llegar, que no vemos que Dios viene en sentido contrario a visitarnos.
En otras ocasiones, sentimos estar tocando fondo, alejados completamente del camino que nos lleva a Dios, y cuando tratamos de volver no disfrutamos del rescate que Dios nos ofrece, no experimentamos la restauración completa. Creemos que para que Dios nos escuche, tenemos que estar más cerca de Él, que ese es un privilegio solo para algunos, y no entendemos que Dios en su misericordia está dispuesto a venir a rescatarnos de nuestra miseria (de ahí que siempre apelamos a su misericordia), que Él viene hasta donde nosotros estamos para ofrecernos su perdón y restauración.
¿En qué tramo del camino estás? ¿Estás tratando de acercarte, de llegar a un nivel superior por tu cuenta? ¿Estás yendo en dirección opuesta a la de Dios, tratando de salir de tu situación difícil con tus propias fuerzas? Hoy te invitamos a que no trates de seguir avanzando solo, quédate ahí donde estás y deja que Dios venga por ti, experimenta el encuentro con Dios, deja que obre en tu vida. No hay nada mejor que disfrutar de su visita.
jueves, 14 de marzo de 2013
Cuando hasta los jóvenes se cansan
Jóvenes adultos -Resumen
Lunes 11 de Marzo 2013
Isaías 40: 29 - 31
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Lunes 11 de Marzo 2013
Isaías 40: 29 - 31
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
29 Él da esfuerzo al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna.
30 Los muchachos se fatigan y se cansan,
Los jóvenes flaquean y caen;
31 más los que esperan en Jehová
tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas,
correrán y no se cansarán, caminarán y no se fatigarán.
Al estar recién comenzando el año laboral o estudiantil, no resulta fácil pensar en cansancio, sonaría hasta paradójico, dado que la mayoría viene saliendo de un periodo de descanso. Sin embargo, es bueno preguntarse, qué tipo de cosas o situaciones son las que nos quitan las fuerzas o nos agotan.
Y en esa búsqueda apareció Marzo….tal como la publicidad de algunos años atrás que nos decía, “se te apareció marzo”…donde asociamos este mes a problemas y estrechez financiera, es decir, stress.
Pero, remitiéndonos al texto bíblico, nos preguntamos, ¿Qué quiso decir el profeta al señalar que los muchachos se fatigan, que los jóvenes flaquean y caen? Ya que, por lo general, los muchachos tienen mucha energía y los jóvenes tienen el ímpetu para no rendirse, llegamos a la conclusión de que el profeta nos está llevando a mirar situaciones no habituales, hechos extraños, escenarios que no están planificados. Por ello recalca, “más los que esperan en Jehová”, es decir los que confían en que Dios actuará en esas situaciones, “tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas”.
En nuestra vida cotidiana podemos listar un sinnúmero de situaciones como los conflictos laborales, personales, familiares, económicos, de salud, el no concretar anhelos, no alcanzar metas que nos quitan las fuerzas y nos hacen flaquear hasta rendirnos. Y es en ese momento, cuando ya no tenemos esperanzas, cuando recibimos la invitación a esperar en Jehová.
Pero ¿Cómo esperamos? ¿Qué quiere decir aquella expresión?
Esperar en el Señor es descansar en Él, confiar en que solo Él puede actuar, que solo Él tiene el poder de obrar en aquellas situaciones, pese a que no siempre lo hace como esperamos. Esperar no es sinónimo de no hacer nada, sino por el contrario, de hacer lo que esté a nuestro alcance, hacer lo posible, para que Él haga lo imposible.
La pregunta para hoy es, ¿Qué situación estás viviendo que sientes que te quita las fuerzas, donde crees que ya no puedes más?
Si hay alguna situación que hoy te quita el sueño, que te absorbe las fuerzas, te invitamos a que se la entregues a Él, que deposites esa carga, que esperes su respuesta, Él renovará tus fuerzas y te hará levantar alas como las águilas.
miércoles, 6 de marzo de 2013
Salmos 20
Jóvenes adultos
Lunes 4 de Marzo 2013
Leslie Peredo
Salmos 20:7-8
Reina-Valera 1960 (RVR1960)
7 Estos confían en carros, y aquéllos en caballos;
Mas nosotros del nombre de Jehová nuestro Dios tendremos memoria.
8 Ellos flaquean y caen,
Mas nosotros nos levantamos, y estamos en pie.
Estos fueron los versículos con que se iniciaron las reflexiones del Grupo de Jóvenes Adultos. La pregunta de fondo fue ¿Dónde está nuestra confianza?
Lo primero fue marcar la diferencia entre aquellos y nosotros, siendo “aquellos” los que confían en carros y caballos, flaquean y decaen. Al tiempo que “nosotros” serían los que confían en el nombre de Dios, se levantan y están en pie.
¿Quiénes son “aquellos”? No lo sabemos, pero sí queda claro en que confían, marcando la primera gran diferencia con “nosotros”, los que tampoco sabemos a ciencia cierta quienes son. Sin embargo se puede suponer que es el pueblo de Israel, ya que este salmo se le atribuye al Rey David.
Los salmos fueron hechos de la vida cotidiana convertidos en canción, fueron formas de expresión de momentos vividos por el rey David, aquellos momentos difíciles de mayor sufrimiento y persecución, donde sus sentimientos más íntimos los dejó reflejados a través de la música. Y en este texto quieren dejar en claro en que está puesta su fe, y que si bien, se viven momentos difíciles es posible levantarse y ponerse en pie.
Al aplicarlo a nuestras vidas, podemos reflexionar y pensar, ¿En qué está puesta nuestra confianza?, en ¿carros y caballos? O ¿en el nombre de nuestro Dios?
¿Cuáles serían los carros y caballos en nuestra época? Algunas alternativas pueden ser: el dinero, la salud, la posición social, la profesión, etc. Pero ¿Qué sucede cuando esas cosas se pierden?, flaqueamos y nos caemos, y es en ese momento donde podemos encontrarnos con el Señor, podemos volver a levantarnos, y ponernos de pie.
Resulta importante destacar que no se quiere decir que tener dinero, buena salud, una buena posición social o una profesión sea malo, si no que al contrario, el punto importante aquí es saber dónde está puesta nuestra confianza, si en estas cosas que en algún momento pueden desaparecer, o en el Señor que no cambia, que siempre será el mismo y estará a nuestro lado.
Recordemos que el Señor siempre se va a mantener a nuestro lado, independiente de nuestra situación, sea lo que sea que suceda, Él se mantiene inmutable, ofreciéndonos su amor y protección de manera incondicional, de modo que cada vez que las circunstancias cambien y no estén a nuestro favor, Él nos ayudará a levantarnos y a mantenernos en pie.
Te invitamos a que reflexiones y evalúes, ¿Dónde está puesta tu confianza hoy?
viernes, 5 de marzo de 2010
Queridos amigos
Luego de orar, llamar y escribir muchos correos electrónicos, la impotencia de la distancia y tal vez, mi propio carácter, me impulsan a contribuir por medio de unas ideas no tan elaboradas que, en el tono que ustedes me conocen, intentan iluminar (eso espero) la construcción de un pensamiento sobre lo que nos queda por delante luego de la catástrofe que nos tocó vivir como país. Escribo desde la experiencia de una persona que ha vivido toda su vida en el contexto de la fe cristiana. Lo anterior no significa que el lector esté frente a una especie de monje Shaolín en versión cristiana; lo que quiero decir en realidad es que escribo conociendo la tensión diaria de tratar de vivir la fe de manera consecuente en medio de una sociedad y una historia que nos resulta hostil. Para usar las palabras de John Stott, un teólogo anglicano que leíamos los “jóvenes de los ochenta”, escribo conociendo la tensión que se produce cuando sabes (como también ustedes lo saben) que “creer, es también pensar”.
Muchos han señalado que en los momentos límite de la vida es cuando surgen las preguntas fundamentales que las personas hacemos. Estos momentos son una de las fuentes de la filosofía, pero también lo son de la teología en tanto reflexión sobre la fe que profesa la iglesia. Mientras que todo ser humano se pregunta por la posibilidad del fin, por el origen o por la razón de ser en este mundo, quienes además son cristianos tienden a preguntarse por el papel que Dios juega en medio de estas calamidades. La teodicea, esa disciplina teológico-filosófica tendiente a justificar a Dios de lo que podría ser un juicio en su contra dada la existencia del mal en el mundo, es una forma de ese pensamiento teológico. Las personas entonces se preguntan ¿Por qué Dios hace o permite tal cosa? ¿Qué clase de Dios es uno que permite (o provoca) semejante catástrofe?
Algunos han dicho que la pregunta por el “por qué”, es una de las que siempre quedan sin respuesta de parte de Dios, quien sólo respondería a la pregunta sobre el “para qué”. Yo no quiero polemizar con los pensadores que han afirmado tal cosa en base a sus legítimas experiencias, pero me parece que aunque van en la dirección correcta, no logran llegar al meollo del asunto. En todo caso, claramente Dios parece guardar silencio cuando se le pide explicaciones sobre su accionar, sobre sus razones, sobre sus pensamientos. Después de todo, ¿no nos ha dicho que sus pensamientos no son nuestros pensamientos?, ¿deberíamos, asumiendo que tenemos la “mente de Cristo”, olvidar la distancia cualitativa entre Dios y los hombres? ¿Podremos decir que por tener la “mente de Cristo” somos los genuinos intérpretes de Dios y que por eso podemos explicar al detalle su comportamiento? En todas las generaciones algunos cristianos honestos creyeron que Dios podía ser puesto bajo el microscopio, el de la ciencia o el de la mística, y que podía ser reducido a explicación científica. A estas alturas debería estar claro que Dios sigue siendo Dios y está lejos de poder ser capturado en una explicación dada por los cristianos en cualquiera de sus versiones.
De cualquier manera, algunos se sienten con la capacidad de interpretar a Dios y sus pensamientos. De tiempo en tiempo surgen catástrofes en la historia humana, la mayoría de ellas son ocasionadas por la depredación del hombre sobre su prójimo y esto vale también para algunas de las llamadas catástrofes naturales. Frente a estos acontecimientos límite acaecidos en la historia hemos oído las más imaginativas y atrevidas interpretaciones. Recuerdo, por ejemplo, que cuando ocurrió lo del huracán Katrina, que asoló Nueva Orleans en 2005, un “predicador internacional” invitado a una iglesia de Santiago explicó que Dios estaba castigando esa zona por su libertinaje y prácticas asociadas a la brujería. Recuerdo también que alguien en la sala le preguntó (muy inteligentemente) si ahora habría que esperar un terremoto en Washington dada la responsabilidad que le cabría al pueblo estadounidense en la mortandad de gente inocente en Medio Oriente. No recuerdo la respuesta del “invitado internacional”, pero jamás olvidaré la lección que significó para mí: quien no es consciente de sus propias ideologías, terminará interpretando a Dios de tal manera que éste parezca un simple aliado, respaldo de sus propias teorías, y sólo podrá ver el pecado ajeno, pero nunca el propio.
También oí a algunos honestos cristianos explicar algunas crisis vividas en Chile como resultado de elegir presidentes de izquierda (incluso agnósticos), y se me ocurre que como la imaginación no tiene límites, no faltará el bien intencionado “heraldo” de Dios que nos diga que este terremoto nos viene como castigo por elegir un presidente de derecha. Otro tanto se ha dicho sobre el terremoto en Haití. No quisiera emitir un juicio ético respecto de la intención de estos creyentes que ingenuamente piensan que pueden dejar sus ideologías de lado cuando hablan de Dios. Pero sí quisiera decir que, en su investigación sincera de la voluntad de Dios han equivocado la pregunta que debe movilizar el pensamiento teológico en este caso.
Propongo que lo que debemos preguntar no es “¿Por qué Dios nos manda un terremoto?”, sino “¿Cuál es la voluntad de Dios en estas condiciones de catástrofe nacional?” El Nuevo Testamento nos invita a discernir la voluntad de Dios en medio de las situaciones históricas que nos toca vivir. Discernir la voluntad de Dios es una experiencia nueva cada día y para cada creyente, por eso el compromiso es personal y no se puede dejar la tarea de discernir la voluntad de Dios a ningún tipo de caudillo religioso visionario (como los del Antiguo Testamento), por muy dotado que parezca. Luego de discernir esa voluntad, habrá que optar entre obedecerla o desobedecerla. Parafraseando a Sartre diría que no existe la opción de “no decidir”. Por eso los invito a discernir la voluntad de Dios en su comunidad local, pero también en sus propias familias, en sus comunas y en el país entero. Los animo a actuar como cristianos consecuentes; a llorar con quien llora y a reír con quien ríe. Principalmente, por estos días, los animo a llorar con quien llora, a asociarse con los más desfavorecidos de nuestras sociedades injustas, a buscar lo menospreciado del mundo.
Finalmente, la lectura atenta del libro “Job” en nuestras Biblias seguramente nos disuadirá de intentar responder rápidamente a la pregunta por el por qué. Frente a una “sabiduría de la retribución” donde al “bueno” le va bien y al “malo” le va mal, el libro de Job se levanta como una crítica devastadora: a los justos también les suele ir mal y peor que a los “malos”. En esos casos las explicaciones que buscan responder al “por qué”, como las que dieron los amigos de Job en el relato de la Biblia, normalmente terminan en el error y finalmente condenadas por Dios. Y es que no es posible meter a Dios bajo el microscopio y explicarlo. Los amigos de Job hubieran hecho mucho mejor si en lugar de intentar explicar su sufrimiento y desarrollar grandes teorías sobre el pecado que justificaría el castigo, hubieran llorado junto a él e intentado calmar el dolor de sus heridas.
No hay que tener vergüenza de decir que “no sabemos” a los que preguntan por una razón para todo el dolor que sufren muchas personas en Chile. Pero sí hay que avergonzarse si no podemos discernir, en el sufrimiento de estas personas, una voz de Dios que nos interpele (porque la Palabra de Dios no sólo nos habla; nos interpela)
Les escribo con todo mi amor, y con el dolor y la impotencia de la lejanía. Que Dios los guíe en las decisiones que por estos días estarán tomando.
Con afecto y grandes recuerdos
Javier Ortega
Buenos Aires, 05 de marzo de 2010
Luego de orar, llamar y escribir muchos correos electrónicos, la impotencia de la distancia y tal vez, mi propio carácter, me impulsan a contribuir por medio de unas ideas no tan elaboradas que, en el tono que ustedes me conocen, intentan iluminar (eso espero) la construcción de un pensamiento sobre lo que nos queda por delante luego de la catástrofe que nos tocó vivir como país. Escribo desde la experiencia de una persona que ha vivido toda su vida en el contexto de la fe cristiana. Lo anterior no significa que el lector esté frente a una especie de monje Shaolín en versión cristiana; lo que quiero decir en realidad es que escribo conociendo la tensión diaria de tratar de vivir la fe de manera consecuente en medio de una sociedad y una historia que nos resulta hostil. Para usar las palabras de John Stott, un teólogo anglicano que leíamos los “jóvenes de los ochenta”, escribo conociendo la tensión que se produce cuando sabes (como también ustedes lo saben) que “creer, es también pensar”.
Muchos han señalado que en los momentos límite de la vida es cuando surgen las preguntas fundamentales que las personas hacemos. Estos momentos son una de las fuentes de la filosofía, pero también lo son de la teología en tanto reflexión sobre la fe que profesa la iglesia. Mientras que todo ser humano se pregunta por la posibilidad del fin, por el origen o por la razón de ser en este mundo, quienes además son cristianos tienden a preguntarse por el papel que Dios juega en medio de estas calamidades. La teodicea, esa disciplina teológico-filosófica tendiente a justificar a Dios de lo que podría ser un juicio en su contra dada la existencia del mal en el mundo, es una forma de ese pensamiento teológico. Las personas entonces se preguntan ¿Por qué Dios hace o permite tal cosa? ¿Qué clase de Dios es uno que permite (o provoca) semejante catástrofe?
Algunos han dicho que la pregunta por el “por qué”, es una de las que siempre quedan sin respuesta de parte de Dios, quien sólo respondería a la pregunta sobre el “para qué”. Yo no quiero polemizar con los pensadores que han afirmado tal cosa en base a sus legítimas experiencias, pero me parece que aunque van en la dirección correcta, no logran llegar al meollo del asunto. En todo caso, claramente Dios parece guardar silencio cuando se le pide explicaciones sobre su accionar, sobre sus razones, sobre sus pensamientos. Después de todo, ¿no nos ha dicho que sus pensamientos no son nuestros pensamientos?, ¿deberíamos, asumiendo que tenemos la “mente de Cristo”, olvidar la distancia cualitativa entre Dios y los hombres? ¿Podremos decir que por tener la “mente de Cristo” somos los genuinos intérpretes de Dios y que por eso podemos explicar al detalle su comportamiento? En todas las generaciones algunos cristianos honestos creyeron que Dios podía ser puesto bajo el microscopio, el de la ciencia o el de la mística, y que podía ser reducido a explicación científica. A estas alturas debería estar claro que Dios sigue siendo Dios y está lejos de poder ser capturado en una explicación dada por los cristianos en cualquiera de sus versiones.
De cualquier manera, algunos se sienten con la capacidad de interpretar a Dios y sus pensamientos. De tiempo en tiempo surgen catástrofes en la historia humana, la mayoría de ellas son ocasionadas por la depredación del hombre sobre su prójimo y esto vale también para algunas de las llamadas catástrofes naturales. Frente a estos acontecimientos límite acaecidos en la historia hemos oído las más imaginativas y atrevidas interpretaciones. Recuerdo, por ejemplo, que cuando ocurrió lo del huracán Katrina, que asoló Nueva Orleans en 2005, un “predicador internacional” invitado a una iglesia de Santiago explicó que Dios estaba castigando esa zona por su libertinaje y prácticas asociadas a la brujería. Recuerdo también que alguien en la sala le preguntó (muy inteligentemente) si ahora habría que esperar un terremoto en Washington dada la responsabilidad que le cabría al pueblo estadounidense en la mortandad de gente inocente en Medio Oriente. No recuerdo la respuesta del “invitado internacional”, pero jamás olvidaré la lección que significó para mí: quien no es consciente de sus propias ideologías, terminará interpretando a Dios de tal manera que éste parezca un simple aliado, respaldo de sus propias teorías, y sólo podrá ver el pecado ajeno, pero nunca el propio.
También oí a algunos honestos cristianos explicar algunas crisis vividas en Chile como resultado de elegir presidentes de izquierda (incluso agnósticos), y se me ocurre que como la imaginación no tiene límites, no faltará el bien intencionado “heraldo” de Dios que nos diga que este terremoto nos viene como castigo por elegir un presidente de derecha. Otro tanto se ha dicho sobre el terremoto en Haití. No quisiera emitir un juicio ético respecto de la intención de estos creyentes que ingenuamente piensan que pueden dejar sus ideologías de lado cuando hablan de Dios. Pero sí quisiera decir que, en su investigación sincera de la voluntad de Dios han equivocado la pregunta que debe movilizar el pensamiento teológico en este caso.
Propongo que lo que debemos preguntar no es “¿Por qué Dios nos manda un terremoto?”, sino “¿Cuál es la voluntad de Dios en estas condiciones de catástrofe nacional?” El Nuevo Testamento nos invita a discernir la voluntad de Dios en medio de las situaciones históricas que nos toca vivir. Discernir la voluntad de Dios es una experiencia nueva cada día y para cada creyente, por eso el compromiso es personal y no se puede dejar la tarea de discernir la voluntad de Dios a ningún tipo de caudillo religioso visionario (como los del Antiguo Testamento), por muy dotado que parezca. Luego de discernir esa voluntad, habrá que optar entre obedecerla o desobedecerla. Parafraseando a Sartre diría que no existe la opción de “no decidir”. Por eso los invito a discernir la voluntad de Dios en su comunidad local, pero también en sus propias familias, en sus comunas y en el país entero. Los animo a actuar como cristianos consecuentes; a llorar con quien llora y a reír con quien ríe. Principalmente, por estos días, los animo a llorar con quien llora, a asociarse con los más desfavorecidos de nuestras sociedades injustas, a buscar lo menospreciado del mundo.
Finalmente, la lectura atenta del libro “Job” en nuestras Biblias seguramente nos disuadirá de intentar responder rápidamente a la pregunta por el por qué. Frente a una “sabiduría de la retribución” donde al “bueno” le va bien y al “malo” le va mal, el libro de Job se levanta como una crítica devastadora: a los justos también les suele ir mal y peor que a los “malos”. En esos casos las explicaciones que buscan responder al “por qué”, como las que dieron los amigos de Job en el relato de la Biblia, normalmente terminan en el error y finalmente condenadas por Dios. Y es que no es posible meter a Dios bajo el microscopio y explicarlo. Los amigos de Job hubieran hecho mucho mejor si en lugar de intentar explicar su sufrimiento y desarrollar grandes teorías sobre el pecado que justificaría el castigo, hubieran llorado junto a él e intentado calmar el dolor de sus heridas.
No hay que tener vergüenza de decir que “no sabemos” a los que preguntan por una razón para todo el dolor que sufren muchas personas en Chile. Pero sí hay que avergonzarse si no podemos discernir, en el sufrimiento de estas personas, una voz de Dios que nos interpele (porque la Palabra de Dios no sólo nos habla; nos interpela)
Les escribo con todo mi amor, y con el dolor y la impotencia de la lejanía. Que Dios los guíe en las decisiones que por estos días estarán tomando.
Con afecto y grandes recuerdos
Javier Ortega
Buenos Aires, 05 de marzo de 2010
miércoles, 22 de abril de 2009
Ley de Transparencia
Hoy en día es recurrente escuchar hablar de la bullada crisis financiera y las consecuencias que ésta ha tenido en el desempeño de las principales economías del orbe, secuelas que van más allá de los débiles crecimientos que muestran las empresas, la contracción en la demanda de materias primas, etc. Para muchos analistas una de las peores consecuencias es la crisis de confianza que se desató a nivel mundial y en todo orden de estratos. Claro, porque lo que empezó como un problema del sector inmobiliario, pronto se fue expandiendo al sector financiero y posteriormente al automotriz, dejando en evidencia los malos manejos que se estaban llevando a cabo en la administración de la mayoría de estas empresas, las que ahora para poder optar a ayudas, tanto gubernamentales como de privados, han debido “transparentar” sus cuentas y manejos.
En nuestro país, el gobierno cansado del desprestigio que le han causado los innumerables casos de fraudes, desfalcos y malos manejos financieros en organismos públicos, decidió poner en vigencia una ley llamada de “Transparencia”, con la que se espera se de a conocer toda la información que un ciudadano común desee investigar sobre la gestión de éstos.
En nuestro país, el gobierno cansado del desprestigio que le han causado los innumerables casos de fraudes, desfalcos y malos manejos financieros en organismos públicos, decidió poner en vigencia una ley llamada de “Transparencia”, con la que se espera se de a conocer toda la información que un ciudadano común desee investigar sobre la gestión de éstos.
Ahora si evaluamos la vida cristiana, podríamos decir que los cristianos no estamos exentos de este tipo de crisis, donde nuestra confianza y credibilidad se ve puesta en tela de juicio. ¿Por qué? Nos preguntaremos, y quizá no nos sorprenda revisar que entre las respuestas más recurrentes esté la falta de transparencia y consecuencia de las vidas que llevamos. Sí, porque muchas veces al vernos enfrentados a tener que decidir entre lo que es bueno y recto para Dios y lo que es recto y bueno para quienes nos rodean, tomamos decisiones que nos hacen vivir en una continua dicotomía, derivando más tarde en una falta de transparencia.
Las preguntas que quizá deberíamos hacernos son las siguientes: Si vivieras en una casa de vidrio, o si fueras protagonista de un reality, donde las cámaras registran tu actuar durante las 24 horas del día, ¿Mantendrías las mismas conductas que desarrollas hasta ahora?¿Crees que Dios se siente honrado con tu comportamiento? ¿Sientes que eres realmente transparente en tu actuar frente a los demás?
Te invitamos a seguir conversando y desarrollando este tema.
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