martes, 3 de julio de 2018


Caravanas de esperanza,
de la cual los descarriados también forman parte




El libro de Miqueas, en su mayor parte, nos comunica un mensaje de condena, pero en medio de ese mensaje, hay un mensaje alentador, de esperanza. Como sucede con la tradición profética clásica en Israel, Miqueas no solamente advierte y amenaza, también da aliento y esperanza.
Después de la primera parte del libro (capítulos 1-3) donde sobresale la condena de los aristócratas, los sacerdotes, la élite de Jerusalén, los oráculos del profeta se tornan positivos, con un claro mensaje de esperanza.
El versículo 3 del cuarto capítulo, refleja un deseo profundo de la humanidad misma de llegar a un tiempo donde no habrá guerra y en cambio habrá un interminable período de paz. Ese deseo es en realidad un anhelo que tiene por fuente a Dios. No obstante, a los falsos profetas no les gusta que el Dios de Israel sea el Dios de todos.
Muchas veces los creyentes somos así, no queremos admitir que el otro hermano está sirviendo al mismo Dios. Encasillamos a la gente según sea su denominación, su raza, y su estado social; pero la gracia de Dios está disponible para todos. Nosotros contra ellos: esa es la polarización que les encanta a los opositores de Miqueas.
El profeta habla de una expansión del reino de Dios por toda la tierra. En este contexto, incluye a los “cojos y extraviados”, las ovejas de Israel, esos pocos que hayan quedado, el remanente.
En el versículo 7 se declara el señorío de Yavé sobre los desterrados, el remanente de Israel. Ésta es una promesa que en realidad tendría que ser suficiente para el rey y para la élite del templo. Pero como es una promesa para el futuro, les cuesta aceptarla, ellos quieren algo instantáneo, algo para ahora.
El mecanismo de denuncia que utiliza Miqueas durante los primeros capítulos, es a través de hechos futuros. Ejemplo: En aquel día….
Para él, el presente es parte del proceso para llegar al día perfecto, denunciando el día imperfecto. Lo cotidiano, lo usual, lo que hacemos hoy es lo que podría ser considerado imperfecto y si no lo cambiamos, no llegaremos a disfrutar del día perfecto.
Estas denuncias de Miqueas deberían llevarnos a revisar y cambiar la forma en como actuamos y tratamos a los demás, ya que como dice el profeta en su libro, de lo débil, de la descarriada, de la coja, Dios hará algo.
Te invitamos a pensar y reflexionar, en nuestros días, ¿Quién podría ser el débil, la oveja descarriada o la coja?
Solo como una pista podríamos decir que tiene muchos rostros, puede ser rico o pobre, hombre o mujer, blanco o negro, etc. 

lunes, 2 de julio de 2018


¿Ciudad de Dios o de criminales?


Siguiendo con el capitulo 3 de Miqueas (versos del 9 al 12) vemos que ahora la queja del profeta se agudiza en denunciar la injusticia con la cual es tratado el pueblo. Miqueas lanza sus denuncias contra todos los líderes de la nación: jefes, dirigentes, sacerdotes y profetas. Es decir contra la jefatura religiosa, judicial, militar y política. A ellos los ataca y recrimina por no tener lo que Miqueas sí afirma y demuestra tener, que es “justicia” y “derecho”. A cada uno les recrimina su pecado: a los jueces de las cortes por dejarse sobornar, a los sacerdotes por enseñar a cambio de buenos sueldos, y a los profetas por vaticinar a cambio de buenas propinas y regalos. Miqueas deja claro que todo el sistema de Israel funciona por dinero y los acusa de idólatras, ya que el dinero y el poder se han convertido en sus verdaderos dioses.
Esto nos debería llevar a preguntarnos, ¿Qué tanto de lo que hacemos en nuestra vida es sólo por una motivación económica? ¿Encontramos sentido a lo que hacemos? Ello considerando en que hoy nos encontramos inmersos en una cultura individualista.
En el versículo 11 Miqueas recrimina a los líderes corruptos de Jerusalén, los cita con las palabras que desenmascaran su falsa teología e ideología. Los jefes del pueblo, confiaban en la inviolabilidad de su ciudad capital, porque en ella estaba el templo de Yavé. Sin embargo y debido a su actuar, Miqueas les aclara lo que Dios prometió para ellos, y no es otra cosa que la destrucción de la ciudad y la ausencia de Dios en ella.
Esta lectura nos debe desafiar a que cuando realicemos cualquier tipo de servicio, lo que nos debe impulsar es un bien mayor, el bien del otro.