martes, 12 de agosto de 2008

Mirando con Compasión

Hoy hablaremos de la compasión que tuvo Jesús por una viuda al momento de dar sepultura a su único hijo.

Vamos a destacar los principales puntos del texto.
• Jesús llega al pueblo acompañado por una multitud.
• En la entrada de Nain había un funeral de un joven, hijo único, cuya madre era viuda.
• Jesús vio a la viuda y se compadeció.
• Resucitó a su hijo y lo entregó.
• Al ver esto la multitud, tuvieron miedo y glorificaban a Dios.

Lo más importante en este pasaje es el amor que tuvo Jesús, porque entremedio de tantas personas se compadeció y llevo consuelo a la viuda. Imaginemos el momento. Jesús viene acompañado de una gran multitud y sus discípulos (aprox. 2000 personas). En Nain un funeral con mucha gente que acompañaba a la viuda (aprox. 300 personas). Jesús iba entrando y la viuda iba saliendo, por lo que podríamos suponer que la multitud que acompañaba a Jesús tuvo que moverse y detenerse para presenciar lo que ocurrirá.

Luego, de que las multitudes se encuentran, ¿Cuales son las acciones de amor que tuvo Jesús, cuando sucede esto? i. Ve a la mujer, ii. Siente compasión, iii. Le dice “No llores”, iv. Resucita a su hijo y v. Le devuelve a su hijo.

i. Observando.
¿Cómo es observar a una persona entre 300 personas?... con mucha atención.
¿Cómo estaba observando Jesús a la mujer?... con cierta intención. Alguien lo notó.
¿Por que Jesús sólo miró a ella?, porque ella estaba sufriendo.

Que momento más especial es el que Jesús tiene con la mujer, porque entre tanta multitud Jesús ve a la viuda y en su dolor (murió su hijo), y su soledad (viuda y sin hijo) se acerca a la viuda sintiendo lo mismo que ella, se compadece dándole esperanzas, diciéndole “No llores”.

ii. Compasión.
La compasión, según la RAE es un: “Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”

Jesús entiende y siente por lo que la mujer esta pasando, es una situación de tristeza y de profundo dolor, en parte, quizás, también se siente culpable por las desgracias que esta pasando, es viuda, pobre y estará sola por el resto de su vida. En esta condición, ¿tendrá ganas de seguir viviendo?

iii. Consuelo.
Pero que alentador es el mensaje de Jesús al decirle “No llores”, porque no hay necesidad de llorar, todo estará bien; me imagino que la viuda no sabía quien era, pero si debió haberse sentido consolada al escuchar estas palabras, por que quién que se mueve a otra “multitud” y se acerca a la principal afectada de otra “multitud” y le dice “No llores”. Es extraño, pero para la viuda sigue siendo esperanzador.

iv. Ayudando.
Luego de ese encuentro, tan oportuno y preciso, Jesús se acerca al féretro y lo toca. Le dice al joven que se levante y se lo entrega a la viuda.

Que alegría debió haber tenido la viuda a ver a su hijo vivo, con nuevas esperanzas, sueños, ya no estaría sola, quizás su situación económica podría cambiar.

v. Foco en la persona.
Finalmente, al ver esto la multitud reacciona con miedo y alabaron a Dios por haberlos visitado y a Jesús lo llamaron profeta. Por lo que las personas están pensando en el hijo resucitado, en Jesús que levanta al hijo y en Dios que ayudaba al pueblo. Sin embargo Jesús esta pensando en la mujer, ya que fue la persona en quien se enfocó inicialmente y fue determinante para realizar el milagro (resucitó y devolvió al hijo).

Cuantas veces hemos pasados por momentos como estos, en donde la tristeza, la soledad, la angustia nos han llevado a estar desanimados y sin ganas de hacer nuestras cosas.
Cuantas veces nos sumimos en nuestras propias fuerzas para salir adelante sintiéndonos culpable por lo que hacemos.
Cuantas veces hemos querido ayudar a tantas personas, amigos, familiares, compañeros de trabajo y no nos atrevemos, quizás por falta de compasión.
Que Jesús sea nuestro ejemplo para tener compasión, el miró, se acerco lo suficiente para hablar con ella y la confortó.
Cuando las cosas no resultan bien y estemos tristes, Jesús siempre nos dirá “No llores” todo va a estar bien.
El amor de Jesús comienza mirando a cada uno de nosotros dando esperanzas en los momentos difíciles que pasemos. Sin embargo, ese amor también debe estar en nosotros para poder mirar a otros con compasión.
Doy gracias a Dios por haberme mirado entre tantas personas y escogerme, me da vida, paz, tranquilidad, esperanzas y amor.
By Oscar Mancisidor Strange

martes, 5 de agosto de 2008

Del dicho al hecho, hay mucho trecho…

En nuestra cultura este refrán resume perfectamente el modo de operar que tenemos a diario.
“Yo le aviso”
“Te llamamos”
“Mañana te pago”
“Yo me lo consigo”
“Hay que…”
“Vamos a formar una comisión…”

Compromisos, acuerdos, promesas, acciones, puntualidad y otros penden de esta aguda observación sobre cómo vivimos y nos comportamos. Aunque tomamos esta expresión con la naturalidad de un comportamiento socialmente aceptado, la verdad es que refleja la profunda latencia de nuestro ser, el que prefiere ser servido que servir. Nos apetece expresar nuestra aprobación o ideas que serán bien recibidas por los demás como “nobles hazañas”, pero llevarlas a la práctica requiere de un “esfuerzo adicional” (como dice la campaña de cierto supermercado), el que rara vez estamos dispuestos a entregar. Es más, preferimos o generamos una versión acomodaticia de todo lo que se nos demanda, para así desprendernos de la responsabilidad intrínseca de un compromiso.

¿Dónde se cruza esta cuestión con nuestra vida como cristianos?

Aunque no debemos quedarnos con la idea de que la Biblia es un manual donde aparecen listados punto a punto lo que hace y no hace un cristiano de tomo y lomo, ella está plena de guías para vivir nuestro día a día como verdaderos hijos de un Dios de la categoría del que se reveló a nosotros: Dios de amor, justicia, verdad, misericordia, compromiso y mucho más.
Los primeros grupos de seguidores de Jesús y sus enseñanzas fueron llamados “Cristianos”, o pequeños Cristos, por sus contemporáneos (gentiles). Aunque se utilizara esta descripción como un peyorativo en muchas ocasiones, resume lo que la gente veía en ellos: una imitación del Cristo a quien conocieron. No fueron solamente oidores de un mensaje poderoso, convencidos intelectualmente de la veracidad de sus declaraciones, ni observadores de los milagros que acompañaron a Jesús, sino que también se comportaban como él. La realidad de las convicciones de estas personas se materializaba en su actuar y proceder en la vida. Este es el puente que nos lleva a la arena de discusión en el libro de Santiago, donde el escritor bíblico plantea la inequívoca relación entre la fe (credo) de la persona y las obras (acciones) que realiza. Este asunto ya había sido tratado con anterioridad por Jesús, cuando instruía a la gente a hacer lo que los fariseos decían, no lo que hacían (por ejemplo, leer Lucas 11:46 Contestó Jesús: ¡Ay de ustedes también, expertos en la ley! Abruman a los demás con cargas que apenas se pueden soportar, pero ustedes mismos no levantan ni un dedo para ayudarlos.)

Santiago pone la atención sobre un aspecto vital en la vida del cristiano: La práctica de la palabra.

Santiago 1:22-27
22 No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica.23 El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo24 y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es.25 Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla. 26 Si alguien se cree religioso pero no le pone freno a su lengua, se engaña a sí mismo, y su religión no sirve para nada.27 La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.

Otra forma de plantear el mismo asunto es con la relación entre la fe y las obras:

Santiago 2:14-26
14 Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno alegar que tiene fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?15 Supongamos que un hermano o una hermana no tienen con qué vestirse y carecen del alimento diario, 16 y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; abríguense y coman hasta saciarse», pero no les da lo necesario para el cuerpo. ¿De qué servirá eso?17 Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta. 18 Sin embargo, alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.»
Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras.19 ¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan. 20 ¡Qué tonto eres! ¿Quieres convencerte de que la fe sin obras es estéril?[a]21 ¿No fue declarado justo nuestro padre Abraham por lo que hizo cuando ofreció sobre el altar a su hijo Isaac?22 Ya lo ves: Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la *perfección por las obras que hizo.23 Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia»,[b] y fue llamado amigo de Dios.24 Como pueden ver, a una persona se le declara justa por las obras, y no sólo por la fe. 25 De igual manera, ¿no fue declarada justa por las obras aun la prostituta Rajab, cuando hospedó a los espías y les ayudó a huir por otro camino?26 Pues como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta.

Para evitar confusiones: de acuerdo al comentario de este pasaje la Biblia de estudio NVI, el término “fe” es usado como una mera aceptación intelectual de algunas verdades sin tener la confianza en Cristo como salvador. El pasaje apunta más bien a que la fe genuina producirá buenas obras, pero solo la fe en Cristo salva (extracto del comentario sobre vv. 2:14-26 en Biblia de estudio NVI de editorial Vida, año 2002, pág. 1975)
Esta preocupación tiene una data mucho más antigua que el libro de Santiago, ya que podemos encontrar el mismo consejo en Proverbios 3: 27-28

27 No niegues un favor a quien te lo pida, si en tu mano está el otorgarlo. 28 Nunca digas a tu prójimo: «Vuelve más tarde; te ayudaré mañana», si hoy tienes con qué ayudarlo.

Renovando nuestro entendimiento

Decimos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, pero la realidad muestra que falta aún un largo trecho por hacer realidad este mandamiento.
Si bien las líneas matrices de nuestro mundo protestante trazaron a fuego el hecho que la salvación es por fe y no por obras, no podemos dejar de reconocer la importancia de éstas en nuestro cotidiano andar. Las llamadas obras no están referidas solamente a la atención de personas en una situación de extrema pobreza. Estamos inmersos en un mundo que también clama por justicia, equidad, abrigo, alimento, compasión, misericordia y hemos sido puestos por Dios en medio de esta sociedad para extender nuestras manos y recursos a quien lo necesita. Tampoco se pide que nuestra labor sea realizada en los círculos cristianos afines o como moneda de cambio por la salvación del que es ayudado.
De la misma manera en que el apóstol Pablo expresa cómo Dios ha revelado sus cualidades invisibles en un mundo tangible llamado “la creación” (Rom. 1:19-21), nosotros somos llamados a llevar la infinita misericordia de Dios en un lenguaje que va más allá de lo intelectual y logra materializar lo intangible de nuestra vida espiritual: La fe en acción.
By Luis Soto Tapia.