viernes, 12 de abril de 2013

Isaías 40

1 «¡Consolad, consolad a mi pueblo!», dice vuestro Dios.

2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado está perdonado, que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.

3 Voz que clama en el desierto: «¡Preparad un camino a Jehová; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios! 4 ¡Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado! ¡Que lo torcido se enderece y lo áspero se allane! 5 Entonces se manifestará la gloria de Jehová y toda carne juntamente la verá, porque la boca de Jehová ha hablado.»

Este párrafo del libro de Isaías fue escrito en el contexto del exilio de Israel en Babilonia. Refleja la experiencia del pueblo de Israel, que percibe y se da cuenta que su sufrimiento ha venido a causa de su alejamiento de Dios. El texto que analizamos, sin embargo, refleja un momento en que Israel toma conciencia de que Dios no es un tirano incapaz de ver el sufrimiento de sus hijos, sino que, por el contrario, puede ver el grado de sufrimiento de éstos y desear para ellos el consuelo. El texto refleja también nuestra propia experiencia, nos recuerda cuando en esos momentos en los que en medio de sufrimiento y dolor, se nos ofrece la oportunidad de detenernos y visualizar otros caminos que no éramos capaces de ver hasta que pasamos por estas experiencias dolorosas. En esas ocasiones, frecuentemente, aunque no siempre, descubrimos que nos hemos alejado de Dios, y que en estas condiciones nos encontró el sufrimiento. El texto de Isaías nos invita a recordar que estos momentos de incomodidad posibilitan el encuentro con el Dios que puede percibir que hemos sufrido más de la cuenta. La invitación para esta semana es a recibir el abrazo tierno de Dios, quien nos ha visto sufrir y quiere que experimentemos el consuelo del encuentro con Él.

martes, 9 de abril de 2013

Sobre la oración

Mateo 6:5-14
Sobre la oración
5 » Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
7 » Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: »“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas,como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 No nos metas en tentación, sino líbranos del mal,
porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por todos los siglos. Amén”.
14 »Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

No era poco común que los discípulos pidieran a sus maestros alguna oración que pudieran repetir en medio de su práctica religiosa.  No nos ocuparemos por ahora de la novedad de la oración que conocemos como “El Padre Nuestro”, sino de la advertencia que Jesús entrega a sus discípulos antes de dejarles esta oración.
Dos son los grupos cuyas prácticas deben ser evitadas a toda costa. En primer lugar están los “hipócritas” de los cuales se dice que aman vivir su religiosidad (en este caso orar) buscando ser vistos por las demás personas.  Frente a su forma de vivir su religión este grupo recibirá como recompensa lo que estaban buscando, es decir, ser vistos por las personas, y nada más que eso.  En cambio a los discípulos se les aconseja ir a un lugar privado donde no puedan ser vistos y ahí orar.
El segundo grupo es el que se denomina “pagano” o “gentil”. De este grupo se dice que cree que por su palabrería será oído.  El discípulo de Jesús debe saber que Dios ya está en conocimiento de sus necesidades y que no podrá, aunque lo intente, sorprender a Dios con información que éste no tenga.  La manera en que deben orar los discípulos es lo que refleja el “Padre Nuestro”.
Me parece que el error de ambos grupos es su concepto de Dios.  Los “hipócritas” han desarrollado una imagen de Dios en la que éste parece mantenerse al margen de las intenciones de quienes actúan en su nombre.  Los “hipócritas” parecen pensar que Dios no tomará en cuenta la actitud más profunda con la que viven su religión.  Pero Jesús dice que quienes así actúan no pueden esperar una aprobación sino sólo de las personas a quienes los hipócritas han querido impresionar.  Ninguna aprobación surge de Dios hacia este grupo.
Por su parte los “paganos” tienen una imagen de Dios según la cual éste parece un ser inerte activado como por arte de magia una vez que el orante ha introducido el código de las palabras mágicas.  Y esto era realmente así entre quienes creían que siguiendo un ritual determinado podían mover a sus dioses a actuar en su favor.  La sobriedad  del “Padre Nuestro” parece ser la respuesta a la práctica de los paganos.
Me parece que es posible encontrar entre los actuales discípulos del Señor a personas que no han podido evitar ser como los “Hipócritas” o como los “Paganos”. Al respecto propongo una conversación que nos permita mirar “nuestras” propias prácticas religiosas en un ambiente de respeto y amor.