sábado, 18 de mayo de 2013

Lo que cuesta seguir a Jesús

Lucas 14:25-33


Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les decía: 26 «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 28 ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.” 31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? 32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos le envía una embajada y le pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Primero nos preguntamos por el sentido que pudiera tener aquella declaración según la cual habría que “aborrecer” aun a los parientes más cercanos para ser dignos de ser discípulos de Jesús (26). La declaración parece no concordar con la imagen que tenemos de Jesús, quien, lejos de llamarnos al abandono de nuestros parientes, nos invita a sostenerlos y nunca dejarlos en el olvido. ¿Qué quiere decirnos, entonces, este texto?

El ejemplo de la persona que construye una torre (v.28ss) y el del rey que evalúa la factibilidad de iniciar una guerra (v. 31ss) nos dan algunas pistas; Jesús quiere desincentivar un seguimiento irreflexivo de su persona. En el grupo discutimos acerca de cuántas veces nuestro seguimiento de Jesús está motivado por emociones pasajeras o por decisiones irreflexivas. Esto viene a explicar, entre otras cosas, la fragilidad que frecuentemente se percibe en nuestra fe.

Pero es el versículo 27 el que constituye el centro de este relato. Jesús dice: “El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. ¿Qué está detrás de esta imagen de “llevar la cruz”. Una de las formas de muerte más utilizados por los romanos que gobernaban el territorio donde vivía Jesús, era la crucifixión. En ese contexto Jesús experimentó la forma de castigo más utilizada por los romanos para desalentar la rebelión de los súbditos. Lo interesante es que los condenados a muerte eran obligados a cargar la cruz donde luego serían crucificados. De esta forma, la imagen del condenado a muerte cargando su cruz debió estar en la mente de la multitud de discípulos confrontados por Jesús con estas duras palabras. Aborrecer a los parientes, e incluso la propia vida, no tiene que ver con el descuido de los seres amados, sino con el desapego que un condenado a muerte debe tener respecto de todo aquello que no está en su mano retener.

El seguimiento de Jesús siempre traerá consecuencias. Las cruces de hoy ya no son las mismas que las romanas, y los que siguen a Jesús, al menos en nuestro país, ya no son condenados a muerte. Pero no hay duda de que seguir a Jesús trae consecuencias que no todos están dispuestos a experimentar. Es cierto, aceptar una religión es relativamente fácil, firmar el libro de ingreso a una iglesia es lo que hace la mayoría, pero seguir a Jesús es caminar tras él como un condenado a muerte dispuesto a dejar aquello que sobre lo cual ya no domina.

Que Dios nos dé la lucidez y el valor para seguir a Jesús, porque, finalmente, ¿Qué otra alternativa de felicidad tenemos más que seguir a Jesús? Un fuerte abrazo a todos, y una buena semana.