Seguimos conversando acerca del Jesús del pueblo (Nestor Miguéz), ese
que se aparece en los momentos comunes de la gente.
En el evangelio de Juan (4.1-42)
y también en el relato de Miguéz se cuenta de su encuentro con una mujer de
Samaria al lado de un pozo del cual sacaba agua todos los días al mediodía.
Jesús pide agua (v.7). Con esta
intervención comienzan un diálogo o, más bien, un par de monólogos que se
intercambian. Él habla desde la divina
sabiduría y ella contesta desde la realidad
cotidiana. Él habla de la vida eterna,
mientras que ella de las tareas
domésticas…parece una conversación extraña al principio, pero luego se
vuelve completamente trascendente para la mujer; cuando se vincula con su
propia vida. Sólo en ese instante presta real atención a este hombre ya que es,
al parecer, alguien que se interesa por ella más que el resto.
Es cierto que mucho se ha
especulado y dicho sobre la samaritana, pero no es el punto de nuestra
reflexión. Tampoco lo es saber por qué Jesús tenía que pasar por Samaria (v.4).
Lo que nos interesa es cómo él aparece en un momento muy común, en el terreno
de una mujer cualquiera.
Lo que sucede luego es que la
mujer corre a contar su experiencia al pueblo. Habla, sin embargo, de aquello que le es relevante, no de todo el
discurso, ya que las revelaciones teológicas que Jesús le dice parecen no hacerle ni cosquillas… Es la maravilla
de encontrase con este Jesús especial lo
que transforma su vida y la motiva a hablar.
Ahora bien, aquí es donde podemos
vincular esta historia con la nuestra. Somos tan corrientes como cualquiera
-como ella - y aun así Dios se manifiesta a nosotros. Él nos encuentra en medio
de los quehaceres de cada día y no en medio de situaciones extraordinarias. No
es nuestra intención poner en duda el poder de Dios para actuar, sino mirar
cómo evaluamos donde creemos encontrarlo y donde no. A veces inventamos cosas
demasiado fabulosas e inverosímiles, cuando la invitación que él nos hace es a
experimentarlo desde nuestra simpleza y normalidad, desde nuestra cotidianeidad. Jesús no irrumpe sólo
cuando existe un escenario sobrenatural y milagroso que lo pueda reconocer. Llega
usualmente en medio de las cosas más comunes, esas que nos pasan porque sí. No
es necesario esperar algo terrible para que él se presente.
Dios se preocupa por nosotros,
sus hijos, y por todos los otros más de lo que pensamos. A él le interesa nuestra
vida ordinaria. Muchas veces pensamos que hay aspectos que a Dios no le
importan, cosas que ni siquiera pondríamos en oración ya que nos parecen
demasiado humanas o superficiales, pero lo cierto es que es la persona y sus circunstancias lo que tiene importancia para él; nuestra necesidad, conflictos y
situaciones. Le interesan tanto los seres humanos que bajó a vivir como uno. La
encarnación de Cristo que enseña a un Dios creador que se hace parte de su
creación para mostrarse real, cercano y preocupado fue la manera de mostrarnos
su amor. Tuvo sed y hambre como un humano y finalmente murió como tal.
Animémonos a decir tal vez, “… doy
gracias porque Dios me dio la la paciencia para soportar el metro en la mañana,
o la fuerza para perdonar a mi pololo o polola que me dejó”…, etc., en vez de pensar todo el tiempo “¡milagro o castigo
divino!” atribuyéndole importancia sólo a aquellos hechos que se notan por su
calidad extraordinaria o espectacular.
Disfrutemos que Dios está interesado en
nosotros y en lo que hacemos.
2 comentarios:
Que rico ir descubriendo ese Jesús real y verdadero, desechado de misticismos e inventos que muchas veces han sido acariciados por siglos y siglos.
Busquemos a Jesús en los demás, y de seguro encontraremos...
Lo que me gusta de estas reflexiones es que aterrizan la divinidad de Dios y lo muestran como el Padre, amigo, compañero que todos queremos. Ese que no busca fama, ni se acerca a nosotros por interés. Él no aparece, Él siempre está a nuestro lado.
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