miércoles, 26 de junio de 2013

Jesús del Pueblo (I)

Jesús del Pueblo
Lucas 2: 1-7

Luego de leer un extracto de la obra de Lucas quien nos entrega su versión de la noche en que Jesús nació y de los días previos al nacimiento dando fechas, nombres y datos sobre el contexto histórico-social de la época y; luego de escuchar un relato ficticio (extraído del libro Jesús del pueblo de Néstor Míguez) contado por el renombrado mesonero que recibió a María- muy embarazada- y a José, su esposo, se abre el diálogo…¿Quién es Jesús para ti hoy?

Este mesonero fue un hombre totalmente común. Dice, años después, ante el rumor de la resurrección de Jesús que sí, que este pudo haber resucitado ya que su experiencia con él fue especial.

Ante esto de la experiencia surge la duda sobre la fidelidad de las narraciones bíblicas ¿Quién puede asegurar que quienes contaron las historias de Jesús que hoy conocemos fueron hombres doctos, conocedores de ciencia y arte? –Nadie. Lo más probable es que fueron simples personas que hablaban sólo de lo que cada uno vivió  …si es pecador o no, no lo sé, sólo sé que yo antes era ciego y ahora veo (Juan 9.25 PAR). Como los describiría Silvio Rodríguez, hombres sin historia…

Jesús anduvo en lugares de poca importancia, en aldeas y en pueblos pequeños; se relacionaba mayormente con gente común, con o sin educación, con los niños del barrio, con las vecinas del sector… con personajes importantes también (aunque no siempre le fuera bien con ellos), pero principalmente con personas que vivieron sin penas ni glorias, por lo que el medio donde se podía dar a conocer su ministerio no pasaba más allá de la región. No obstante, para nosotros es una verdad que ha trascendido y nos sigue impactando en este momento.  

No tenemos como comprobar que todo lo que se cuenta en La Biblia es verdad; de hecho, concluimos que nuestra fe no puede estar depositada en un compilado de narraciones que cuentan las experiencias de otros, sino en Cristo. Sin embargo, estas experiencias nos invitan a mirar a Jesús.  Los relatos bíblicos anuncian el elemento de la historia que marcó a quienes los escribieron, están determinados por una situación y un tiempo específico.


Entonces, acá llegamos al punto determinante de nuestra conversación: es el poder de la experiencia individual lo que valida nuestra fe en él.  Al testimonio no se le puede pedir historicidad científica ya que nace desde el corazón, se escribe “con el pecho ardiendo” y es real porque es mi vivencia. No es necesario afligirse, sufrir y discutir tratando de justificar y definir lo que está fuera de nuestro alcance y además limitado por el lenguaje. Si Cristo y lo que se cuenta de él es verdad o no, no lo podemos comprobar. La duda es, por cierto, un componente fundamental de la fe. Pero de fe hablaremos más adelante, por ahora la pregunta que permanece es la del comienzo: ¿Quién es Jesús para ti?

lunes, 24 de junio de 2013

El Jesús del Pueblo


¿A qué Dios predicaré? Hoy en día son tanto los dioses que se le ofrecen a la gente, que no es raro que exista confusión entre muchos. Existe el dios de la prosperidad, el dios castigador, el dios que atormenta, etc.

Es por ello que queremos invitarte a partir de hoy a una serie de reflexiones (24) basadas en el libro "El Jesús del Pueblo. Para una cristología narrativa" de Néstor Míguez. Este se trata de una lectura de los encuentros de Jesús con hombres y mujeres de su tiempo, pero una lectura desde la perspectiva de personajes que no tienen un rol preponderante en la narrativa bíblica. Es, en realidad, una relectura desde la periferia de la historia.

En palabras del autor:
"Voy a ser atrevido. Me pondré en la mente de los autores, inventaré sus cavilaciones, rescataré a los actores innombrados del texto bíblico, aquellos que Jesús amó, curó, les devolvió la dignidad y la esperanza, que aparecen anónimos, mezclados entre la multitud. Intentaré reportajes imposibles, saltos en el tiempo que hagan vivo lo que debe permanecer vivo". (Néstor Míguez)

No se lo pierdan, será una gran aventura el redescubrir al Dios en quién creemos. Invita a tus amigos, compañeros, familia, etc.

Días:      Lunes
Hora:     19:30 Hrs

Lugar:   Bustamante #60, Metro Estación Baquedano, Providencia.

miércoles, 19 de junio de 2013

¿Qué es lo que te mueve?


Romanos  6: 12-14
12 Por lo tanto, no permitan ustedes que el pecado reine en su cuerpo mortal, ni obedezcan a sus malos deseos. 13 No ofrezcan los miembros de su cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofrézcanse más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de su cuerpo como instrumentos de justicia. 14 Así el pecado no tendrá dominio sobre ustedes, porque ya no están bajo la ley sino bajo la gracia.
Efesios 4: 17 -18
17 Así que les digo esto y les insisto en el Señor: no vivan más con pensamientos frívolos como los *paganos. 18 A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, éstos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios.

La reflexión de este lunes partió con lo que parecía una tradicional y clásica pregunta. Sin embargo, cuando comenzamos a buscar las respuestas, lo tradicional y clásico quedó fuera. ¿Qué es lo que llena nuestras vidas? ¿Cuál es la pasión que nos motiva a luchar y esforzarnos cada día? ¿Cuál es el sueño por el que luchas permanentemente?

Muchas respuestas surgen como cliché, sin embargo al bucear en nuestro interior reconocemos que a veces no nos movemos por algo que nosotros escogimos, sino por algo que Dios puso en nosotros. Hay pasiones que parecen más frías que otras, pero todas tienen un punto común, nos motivan a ir en busca de un fin. Por ejemplo, la pasión por los autos, por los aviones, por servir, por luchar contra las injusticias, etc.

Con ello surgió una nueva pregunta, ¿sabemos cuál es nuestro “fin”?, ¿Sabemos para qué es lo que Dios nos está preparando en nuestro día a día?
Como dijera Martín Lutero, “Yo sé, que no soy todo lo que debo ser, yo sé que no soy lo que seré, pero por la gracia de Dios sé que ya no soy quien era”
Hoy te invitamos a reflexionar y compartir acerca de esta simple, pero compleja pregunta.


A modo de ejemplo les compartiré, que si bien no sé hacia donde me muevo, lucho cada día por ser una mejor persona, que en su trabajo, en el trayecto hacia el, trata de compartir el amor de Dios, y que me encantaría que mi epitafio fuese “Vivió luchando por ser lo que Dios quería que fuera”.

lunes, 17 de junio de 2013

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sábado, 18 de mayo de 2013

Lo que cuesta seguir a Jesús

Lucas 14:25-33


Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les decía: 26 «Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos, hermanas y hasta su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. 28 ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que, después que haya puesto el cimiento, no pueda acabarla y todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: “Este hombre comenzó a edificar y no pudo acabar.” 31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? 32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos le envía una embajada y le pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Primero nos preguntamos por el sentido que pudiera tener aquella declaración según la cual habría que “aborrecer” aun a los parientes más cercanos para ser dignos de ser discípulos de Jesús (26). La declaración parece no concordar con la imagen que tenemos de Jesús, quien, lejos de llamarnos al abandono de nuestros parientes, nos invita a sostenerlos y nunca dejarlos en el olvido. ¿Qué quiere decirnos, entonces, este texto?

El ejemplo de la persona que construye una torre (v.28ss) y el del rey que evalúa la factibilidad de iniciar una guerra (v. 31ss) nos dan algunas pistas; Jesús quiere desincentivar un seguimiento irreflexivo de su persona. En el grupo discutimos acerca de cuántas veces nuestro seguimiento de Jesús está motivado por emociones pasajeras o por decisiones irreflexivas. Esto viene a explicar, entre otras cosas, la fragilidad que frecuentemente se percibe en nuestra fe.

Pero es el versículo 27 el que constituye el centro de este relato. Jesús dice: “El que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo”. ¿Qué está detrás de esta imagen de “llevar la cruz”. Una de las formas de muerte más utilizados por los romanos que gobernaban el territorio donde vivía Jesús, era la crucifixión. En ese contexto Jesús experimentó la forma de castigo más utilizada por los romanos para desalentar la rebelión de los súbditos. Lo interesante es que los condenados a muerte eran obligados a cargar la cruz donde luego serían crucificados. De esta forma, la imagen del condenado a muerte cargando su cruz debió estar en la mente de la multitud de discípulos confrontados por Jesús con estas duras palabras. Aborrecer a los parientes, e incluso la propia vida, no tiene que ver con el descuido de los seres amados, sino con el desapego que un condenado a muerte debe tener respecto de todo aquello que no está en su mano retener.

El seguimiento de Jesús siempre traerá consecuencias. Las cruces de hoy ya no son las mismas que las romanas, y los que siguen a Jesús, al menos en nuestro país, ya no son condenados a muerte. Pero no hay duda de que seguir a Jesús trae consecuencias que no todos están dispuestos a experimentar. Es cierto, aceptar una religión es relativamente fácil, firmar el libro de ingreso a una iglesia es lo que hace la mayoría, pero seguir a Jesús es caminar tras él como un condenado a muerte dispuesto a dejar aquello que sobre lo cual ya no domina.

Que Dios nos dé la lucidez y el valor para seguir a Jesús, porque, finalmente, ¿Qué otra alternativa de felicidad tenemos más que seguir a Jesús? Un fuerte abrazo a todos, y una buena semana.

viernes, 12 de abril de 2013

Isaías 40

1 «¡Consolad, consolad a mi pueblo!», dice vuestro Dios.

2 Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que su tiempo es ya cumplido, que su pecado está perdonado, que doble ha recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados.

3 Voz que clama en el desierto: «¡Preparad un camino a Jehová; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios! 4 ¡Todo valle sea alzado y bájese todo monte y collado! ¡Que lo torcido se enderece y lo áspero se allane! 5 Entonces se manifestará la gloria de Jehová y toda carne juntamente la verá, porque la boca de Jehová ha hablado.»

Este párrafo del libro de Isaías fue escrito en el contexto del exilio de Israel en Babilonia. Refleja la experiencia del pueblo de Israel, que percibe y se da cuenta que su sufrimiento ha venido a causa de su alejamiento de Dios. El texto que analizamos, sin embargo, refleja un momento en que Israel toma conciencia de que Dios no es un tirano incapaz de ver el sufrimiento de sus hijos, sino que, por el contrario, puede ver el grado de sufrimiento de éstos y desear para ellos el consuelo. El texto refleja también nuestra propia experiencia, nos recuerda cuando en esos momentos en los que en medio de sufrimiento y dolor, se nos ofrece la oportunidad de detenernos y visualizar otros caminos que no éramos capaces de ver hasta que pasamos por estas experiencias dolorosas. En esas ocasiones, frecuentemente, aunque no siempre, descubrimos que nos hemos alejado de Dios, y que en estas condiciones nos encontró el sufrimiento. El texto de Isaías nos invita a recordar que estos momentos de incomodidad posibilitan el encuentro con el Dios que puede percibir que hemos sufrido más de la cuenta. La invitación para esta semana es a recibir el abrazo tierno de Dios, quien nos ha visto sufrir y quiere que experimentemos el consuelo del encuentro con Él.

martes, 9 de abril de 2013

Sobre la oración

Mateo 6:5-14
Sobre la oración
5 » Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. 6 Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.
7 » Y al orar no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. 8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos, porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis. 9 Vosotros, pues, oraréis así: »“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
10 Venga tu Reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
11 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
12 Perdónanos nuestras deudas,como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
13 No nos metas en tentación, sino líbranos del mal,
porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria,
por todos los siglos. Amén”.
14 »Por tanto, si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;

No era poco común que los discípulos pidieran a sus maestros alguna oración que pudieran repetir en medio de su práctica religiosa.  No nos ocuparemos por ahora de la novedad de la oración que conocemos como “El Padre Nuestro”, sino de la advertencia que Jesús entrega a sus discípulos antes de dejarles esta oración.
Dos son los grupos cuyas prácticas deben ser evitadas a toda costa. En primer lugar están los “hipócritas” de los cuales se dice que aman vivir su religiosidad (en este caso orar) buscando ser vistos por las demás personas.  Frente a su forma de vivir su religión este grupo recibirá como recompensa lo que estaban buscando, es decir, ser vistos por las personas, y nada más que eso.  En cambio a los discípulos se les aconseja ir a un lugar privado donde no puedan ser vistos y ahí orar.
El segundo grupo es el que se denomina “pagano” o “gentil”. De este grupo se dice que cree que por su palabrería será oído.  El discípulo de Jesús debe saber que Dios ya está en conocimiento de sus necesidades y que no podrá, aunque lo intente, sorprender a Dios con información que éste no tenga.  La manera en que deben orar los discípulos es lo que refleja el “Padre Nuestro”.
Me parece que el error de ambos grupos es su concepto de Dios.  Los “hipócritas” han desarrollado una imagen de Dios en la que éste parece mantenerse al margen de las intenciones de quienes actúan en su nombre.  Los “hipócritas” parecen pensar que Dios no tomará en cuenta la actitud más profunda con la que viven su religión.  Pero Jesús dice que quienes así actúan no pueden esperar una aprobación sino sólo de las personas a quienes los hipócritas han querido impresionar.  Ninguna aprobación surge de Dios hacia este grupo.
Por su parte los “paganos” tienen una imagen de Dios según la cual éste parece un ser inerte activado como por arte de magia una vez que el orante ha introducido el código de las palabras mágicas.  Y esto era realmente así entre quienes creían que siguiendo un ritual determinado podían mover a sus dioses a actuar en su favor.  La sobriedad  del “Padre Nuestro” parece ser la respuesta a la práctica de los paganos.
Me parece que es posible encontrar entre los actuales discípulos del Señor a personas que no han podido evitar ser como los “Hipócritas” o como los “Paganos”. Al respecto propongo una conversación que nos permita mirar “nuestras” propias prácticas religiosas en un ambiente de respeto y amor.