lunes, 2 de julio de 2018


¿Ciudad de Dios o de criminales?


Siguiendo con el capitulo 3 de Miqueas (versos del 9 al 12) vemos que ahora la queja del profeta se agudiza en denunciar la injusticia con la cual es tratado el pueblo. Miqueas lanza sus denuncias contra todos los líderes de la nación: jefes, dirigentes, sacerdotes y profetas. Es decir contra la jefatura religiosa, judicial, militar y política. A ellos los ataca y recrimina por no tener lo que Miqueas sí afirma y demuestra tener, que es “justicia” y “derecho”. A cada uno les recrimina su pecado: a los jueces de las cortes por dejarse sobornar, a los sacerdotes por enseñar a cambio de buenos sueldos, y a los profetas por vaticinar a cambio de buenas propinas y regalos. Miqueas deja claro que todo el sistema de Israel funciona por dinero y los acusa de idólatras, ya que el dinero y el poder se han convertido en sus verdaderos dioses.
Esto nos debería llevar a preguntarnos, ¿Qué tanto de lo que hacemos en nuestra vida es sólo por una motivación económica? ¿Encontramos sentido a lo que hacemos? Ello considerando en que hoy nos encontramos inmersos en una cultura individualista.
En el versículo 11 Miqueas recrimina a los líderes corruptos de Jerusalén, los cita con las palabras que desenmascaran su falsa teología e ideología. Los jefes del pueblo, confiaban en la inviolabilidad de su ciudad capital, porque en ella estaba el templo de Yavé. Sin embargo y debido a su actuar, Miqueas les aclara lo que Dios prometió para ellos, y no es otra cosa que la destrucción de la ciudad y la ausencia de Dios en ella.
Esta lectura nos debe desafiar a que cuando realicemos cualquier tipo de servicio, lo que nos debe impulsar es un bien mayor, el bien del otro.

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