¿Ciudad de Dios o de
criminales?
Siguiendo con el capitulo 3 de Miqueas (versos del 9 al 12) vemos
que ahora la queja del profeta se agudiza en denunciar la injusticia con la
cual es tratado el pueblo. Miqueas lanza sus denuncias contra todos los líderes
de la nación: jefes,
dirigentes, sacerdotes y profetas. Es decir contra la jefatura religiosa,
judicial, militar y política. A ellos los ataca y recrimina por no tener
lo que Miqueas sí afirma y demuestra tener, que es “justicia” y “derecho”. A cada
uno les recrimina su pecado: a los jueces de las cortes por dejarse sobornar, a
los sacerdotes por enseñar a cambio de buenos sueldos, y a los profetas por
vaticinar a cambio de buenas propinas y regalos. Miqueas deja claro que todo el
sistema de Israel funciona por dinero y los acusa de idólatras, ya que el
dinero y el poder se han convertido en sus verdaderos dioses.
Esto
nos debería llevar a preguntarnos, ¿Qué tanto de lo que hacemos en nuestra vida
es sólo por una motivación económica? ¿Encontramos sentido a lo que hacemos?
Ello considerando en que hoy nos encontramos inmersos en una cultura
individualista.
En
el versículo 11 Miqueas recrimina a los líderes corruptos de Jerusalén, los cita
con las palabras que desenmascaran su falsa teología e ideología. Los jefes del
pueblo, confiaban en la inviolabilidad de su ciudad capital, porque en ella
estaba el templo de Yavé. Sin embargo y debido a su actuar, Miqueas les aclara
lo que Dios prometió para ellos, y no es otra cosa que la destrucción de la
ciudad y la ausencia de Dios en ella.
Esta
lectura nos debe desafiar a que cuando realicemos cualquier tipo de servicio,
lo que nos debe impulsar es un bien mayor, el bien del otro.
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